lunes, 24 de septiembre de 2007

Y si de imágenes se trata... "Ceci n'est pas une pipe"




Este tema de nuestra segunda parada en el "Parque", las imágenes (y el recuerdo del cuadro de Magritte), me hizo reflexionar sobre las posibilidades que estas nos brindan a la hora de pensar una clase de literatura...
Un punto inicial es la reflexión, que nos permiten este y otros cuadros de Magritte, sobre la representación. Este cuadro en particular nos lleva a reflexionar acerca del problema de la representación y la esencia del arte, pues en él Magritte plantea un cuestionamiento de la relación entre las imágenes y las cosas basada en la semejanza representativa.

Si nos trasladamos al ámbito de la literatura, el de la representación es un problema que ha interesado a los teóricos desde Aristóteles en adelante. Pensar la literatura en tanto representación, en tanto ficcionalización, nos acerca a estos planteos.

Asimismo, hay otro tema interesante para pensar a partir de las imágenes y de esta noción de representación: el hecho de correr a la imagen de su lugar tradicional de "reproductora fiel de la realidad". Aquí entra en juego, entonces, la idea de construcción. En este sentido, como en toda construcción, a través de la imagen podemos ver que existe un observador que elige, recorta, selecciona, en definitiva, construye, es decir, que tiene su propia manera de representar la realidad. Tal como ocurre en la literatura...

viernes, 21 de septiembre de 2007

Si escribimos con imágenes...

"Ser niños otra vez".

Ir de paseo por un parque de diversiones...


Inevitablemente esto nos guía a nuestra infancia, a dejarnos llevar por las sensaciones, por el juego, por la adrenalina, por el disfrute de lo desconocido...

Y cuando de parque de diversiones se trata, es inevitable pensar en el ya desaparecido ItalPark.



Montañas rusas, pulpo, samba, tren fantasma, calesitas... Un sinnúmero de juegos eran la atracción de miles y miles de niños.



Anécdotas, muchas. La más presente, uno de los primeros recorridos "sola" por los caminos de aquel mítico parque de Buenos Aires. Mis padres nos dejaron a un grupo de amigas y a mí en la puerta del parque de diversiones y nos pasaron a buscar dos horas después. Inigualable la sensación de libertad, que no estaba relacionada con el vértigo de la montaña rusa ni con los vaivenes del samba...


viernes, 14 de septiembre de 2007

Ser niños otra vez


Ir de paseo por un parque de diversiones...

Inevitablemente esto nos guía a nuestra infancia, a dejarnos llevar por las sensaciones, por el juego, por la adrenalina, por el disfrute de lo desconocido...

Y cuando de parque de diversiones se trata, es imposible no pensar en ya desaparecido Italpark.

Montañas rusas, pulpo, samba, tren fantasma, calesitas... Un sinnúmero de juegos eran la atracción de miles y miles de chicos.

Anécdotas, muchas. La más presente, uno de mis primeros recorridos "sola" por los caminos de aquel mítico parque de Buenos Aires. Mis padres nos dejaron a un grupo de amigas y a mí en la puerta del parque de diversiones y nos pasaron a buscar dos horas después. Inigualable la sensación de libertad, que no estaba relacionada con el vértigo de la montaña rusa ni con los vaivenes del samba...

Hoy, al pensar en el paseo que estamos emprendiendo a través de este singular parque de diversiones, me gusta pensar en esas sensaciones que sentíamos frente a lo desconocido. Es, pues, el mismo vértigo que a nosotros, hoy adultos, en este peregrinar por las TIC's, nos seduce y nos aparta a un tiempo.

Rayuelas, juegos malabares y otras historias

"Estaba de nuevo en el parque de diversiones, de nuevo caminaba en medio del ruido y la gente dejándome seducir por el centelleo de las luces y el estruendo de los juegos mecánicos. Mi soledad y mi tristeza me habían llevado allí, porque nada es más triste ni más solitario que un parque de diversiones. En ese lugar la risa es casi una profesión y por lo tanto tiene todas las exigencias de una profesión, como si la risa se hubiera prostituido.

Yo también necesitaba prostituirme, aunque no sabía exactamente cómo. No, por cierto, en el sentido vulgar de entregar el cuerpo por dinero. Ansiaba, sí, entregar el cuerpo a un desconocido, un desconocido que surgiera de las sombras y me desgarrara sin piedad, pero también esa ansiedad era falsa. Necesitaba prostituirme: dejarme invadir por la gente que hormigueaba en el parque, dejar de ser yo sola, sentir que también la soledad y la tristeza de los demás se encarnaban en mí. No para compartirlas, oh, no para compartirlas, sino todo lo contrario. Compartirlas habría significado palpar la soledad y la tristeza, llegar a su centro vivo, llegar a un corazón de dolor que hermanara con los demás. Yo sólo quería ahogar las imágenes que afloraban desde el fondo de mí (imágenes anteriores a mí, superiores a mí) en medio del ruido y la gente.

Estaba de nuevo en el parque de diversiones, atraída por el bullicio, la multitud, los colores chillones. Los enanos vestidos de hombre-sandwich me perseguían tratando de venderme talonarios de entradas para los juegos, y los monstruos de cartón pintado cabeceaban en la fachada del Tren Fantasma como invitándome a entrar en mí misma, justamente lo contrario de lo que deseaba.

Estaba de nuevo en el parque de diversiones para huir de mí misma y precisamente por ese afán de huir era arrebatada por las imágenes que deseaba rechazar. Estaba de nuevo en el parque de divesiones y me paseaba en medio de la tristeza y la soledad sin compartirla, aferrada a mi propia tristeza y soledad sin asomarme siquiera a mi propia tristeza y soledad. Parecía condenada a ser una intrusa en mis propios sentimientos".




Así empieza, Juegos Malabares, novela del escritor argentino Carlos Gardini. Elegí esta extensa cita para iniciar mi blog, porque creo que esta novela concentra los dos caminos que estoy pensando para esta bitácora... La literatura y la experimentación (el juego).