"Estaba de nuevo en el parque de diversiones, de nuevo caminaba en medio del ruido y la gente dejándome seducir por el centelleo de las luces y el estruendo de los juegos mecánicos. Mi soledad y mi tristeza me habían llevado allí, porque nada es más triste ni más solitario que un parque de diversiones. En ese lugar la risa es casi una profesión y por lo tanto tiene todas las exigencias de una profesión, como si la risa se hubiera prostituido.
Yo también necesitaba prostituirme, aunque no sabía exactamente cómo. No, por cierto, en el sentido vulgar de entregar el cuerpo por dinero. Ansiaba, sí, entregar el cuerpo a un desconocido, un desconocido que surgiera de las sombras y me desgarrara sin piedad, pero también esa ansiedad era falsa. Necesitaba prostituirme: dejarme invadir por la gente que hormigueaba en el parque, dejar de ser yo sola, sentir que también la soledad y la tristeza de los demás se encarnaban en mí. No para compartirlas, oh, no para compartirlas, sino todo lo contrario. Compartirlas habría significado palpar la soledad y la tristeza, llegar a su centro vivo, llegar a un corazón de dolor que hermanara con los demás. Yo sólo quería ahogar las imágenes que afloraban desde el fondo de mí (imágenes anteriores a mí, superiores a mí) en medio del ruido y la gente.
Estaba de nuevo en el parque de diversiones, atraída por el bullicio, la multitud, los colores chillones. Los enanos vestidos de hombre-sandwich me perseguían tratando de venderme talonarios de entradas para los juegos, y los monstruos de cartón pintado cabeceaban en la fachada del Tren Fantasma como invitándome a entrar en mí misma, justamente lo contrario de lo que deseaba.
Estaba de nuevo en el parque de diversiones para huir de mí misma y precisamente por ese afán de huir era arrebatada por las imágenes que deseaba rechazar. Estaba de nuevo en el parque de divesiones y me paseaba en medio de la tristeza y la soledad sin compartirla, aferrada a mi propia tristeza y soledad sin asomarme siquiera a mi propia tristeza y soledad. Parecía condenada a ser una intrusa en mis propios sentimientos".
Así empieza, Juegos Malabares, novela del escritor argentino Carlos Gardini. Elegí esta extensa cita para iniciar mi blog, porque creo que esta novela concentra los dos caminos que estoy pensando para esta bitácora... La literatura y la experimentación (el juego).
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3 comentarios:
Hola Ale
Hola colega en letras y en gustos
Al leerte me siento menos "invadida" y "sugestionada" por todos los capos en Tics que andan por aquí jugando en el parque
Hasta Pronto
pilarlacoord
Hola, Pilar:
Es bueno sentirse acompañado en estos mundos virtuales, ¿no es cierto?
Nos seguimos leyendo. Saludos,
Ale
Ale: somos varias las "letradas" que estamos compartiendo el Curso Un paseo por las tics.
Un gustazo compartir este desafío .
Hasta luego.Marcela
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